Lienzo de Guerra (Cap 03)

Lienzo de Guerra

Temas: Yaoi, Romance, Angst, Violencia, Guerra, Tragedia, Suspenso, Intriga, Muerte de personaje, Universo Alterno.
Personajes: Defteros, Asmita , Aspros, Aldebaran, Kardia, Degel, Milo, Death Mask, Manigoldo, Afrodita, Saga, Kanon, Mu, Shion, Shura, Aioros, Cid, Sisyphus, Regulus, Aioria, Youma, entre otros…
Resumen: El reino Alhenas ha invadido al reino de Auva, donde Asmita de 20 años y Shaka de 5 años son príncipes. Defteros como príncipe de Alhenas ha conquistado el lugar, matando a los reyes y los príncipes en la huida fueron atrapados por el general Aldebaran del reino de Alhenas. Como esclavos de guerra son enviados hasta la capital de Alhenas, donde Aspros, el rey, toma a Asmita como esclavo real y viendo el estilo de vida que debía soportar, ayuda a sacar a Shaka del lugar. Veinte años más tarde, luego de 5 años de una revuelta que destronó a los verdaderos reyes y donde Youma de Mefis se hizo cargo del reino, después de ser invadido por el Rey Aioros del Rukbat; Shaka ahora lidera una revolución en busca de devolverle el trono al verdadero heredero, Saga, hijo de Aspros, de quien se desconoce su paradero desde la revuelta. Por ello el pueblo lo aclama, diciendo que Asmita ha regresado para devolverle la paz al pueblo de Alhenas. ¿Qué sucedió en esos veinte años? ¿Por qué Shaka esta peleando por restaurar el reino que destruyó el propio? ¿Y que fue de la vida de Asmita como esclavo real?

Shaka tiene al principe Kanon en sus manos y Saga anda en busca de quien se hace pasar por Asmita. ¿Qué ocurrirá con Kanon? ¿Cuál es la verdad tras la invasión de Rukbat? ¿Y Aspros seguirá teniendo a Asmita de juguete?

Capitulo 03: El Deseo de Venganza

El cuerpo de nuevo entre las sábanas reales, de color vino tinto y hilos dorados, desparramándose hasta el suelo. Muñecas encadenadas a los mástiles de la cama, en la cabecera y sus tobillos a los contrarios. El cabello dorado, sudado y húmedo por el baño se escurría entre los mantos y aquel cuerpo fornido y blanco sobre él. La cabellera azul también humedecida de sudor creaba una cortina de hebras índigo alrededor del cuerpo del esclavo. Señor y sirviente, cazador y presa; era la relación única que los unía, una mezcla de sin sabores que a pesar de cada roce delicado y lujurioso, no creaban más que una estela de sólo sexo. No había nada más allá, más que el cuerpo de uno tomando al otro, tomando posesión de forma pausada.

Aspros lo disfrutaba. A pesar de que no había sonido alguno saliendo de la garganta del rubio, lo disfrutaba ampliamente. Disfrutaba el esfuerzo sobrehumano que el príncipe de Auva hacía para tragarse sus sonidos, cuando ya su cuerpo delataba perfectamente que era víctima del placer insano que sus caricias y besos le creaban, entregados muy astutamente para hacer que fueran las hormonas las que cantaran su posesión. Tenía ya más de tres horas atándolo a una tortura de besos, labios, lengua y dedos degustando con gusto todo ese cuerpo blanco de tierras lejanas. El rostro de Asmita, aunque mordiera sus labios mostrándole una expresión que se le antojaba sensual, estaba sonrojado victima de la excitación, con sus parpados cerrados con fuerzas, sus cejas fruncidas, intentando en vano calmar el fuego de su cuerpo. Se rió con júbilo, tomando de nuevo el cuello blanco para destinarle otra vez un camino de besos que lo desquiciaran. Quería verlo gritar por más… quería verlo gemir de placer… Estaba decidido a que esa noche sería su victoria sobre las barreras de Asmita.

−Sé que te gusta…−le siseó en el oído y sintió con orgullo como toda esa piel blanca se tensó, contrayendo de nuevo su pelvis, arqueando su espalda. Estaba excitado, su aroma, su respiración entrecortada, el color de sus mejillas, todo se lo decía−. No tienes porque resistirte… ¿Qué más te queda Asmita? –la lengua húmeda y fría recorrió su cuello y se alojó en la clavícula, dejando allí leves mordidas−. Ya todo me pertenece…

−Mal… di… to…−susurró con dificultad, ahogándose con su saliva para no permitir el paso de un sonoro gemido…

−Me encanta tu voz… tu piel… tu cabello… tu aroma, Asmita…−una de las manos recorrió con su dedo índice todo el centro de su pecho, bajando por el abdomen y dibujando a su paso líneas curvas y circulo, estremeciendo la piel sudada−. No lo tomes a mal… la ley natural es esta, Asmita… La ley del fuerte que domina al débil…−el dedo empezó a bajar de nuevo por el camino de vello dorado, otra vez tentando. El cuerpo de Asmita vibró ante la cercanía y sus labios de nuevo sangraron para callarlo−. No seas orgulloso, príncipe de Auva. Entrégate…−aquel falange empezó a subir por la hombría endurecida e inflamada del rubio, creando espasmos en todos sus músculos−. Regálame tus gemidos−apretó con la yema de sus dedos la punta de aquella virilidad que pulsaba al ritmo del corazón desbocado del esclavo. El rostro de Asmita empezó a moverse de un lado a otro como si quisiera dispersar con el movimiento toda la excitación. El gesto robó una sonrisa del soberano−. Precioso… realmente precioso…

Un toque en la puerta de la habitación lo saco de su ensimismamiento. Gritó molesto por la interrupción, mientras Asmita trataba de calmar a su cuerpo para resistirse a la tortura placentera de la que era víctima.

−Disculpe su majestad, pero hay un mensajero de las tropas del príncipe Defteros.

−¡Defteros…!−exclamó y el príncipe de Auva pudo detectar en su tono de voz cierta alegría. Si era príncipe debía tratarse de su hermano. ¿Sería posible que fuera el mismo que conquistó su país? −. ¡Iré en unos minutos! –ordenó y volvió la vista hacía el rubio, con su cabeza de lado y su flequillo que resbalaba por la nariz−. Lastima… no podré seguir jugando contigo… Pero, seré misericordioso y esta vez no te dejaré con las ansias.

Subió sus caderas para lubricar el anillo de carne con su lengua, penetrándolo con algo de prisa pero sin ser violento. Los pies encadenados de Asmita se tensaban ante la oleada de placer torrencial que se acumulaba en su miembro, ya destilando algo de su semen debido a tanto preludio. Aspros escurrió entonces su lengua por la piel rugosa de sus testículos, chupando y mordiendo antes de recorrer con deseos la extensión de ese miembro escarlata por el bombeo de sangre. Lo encerró solo un momento entre sus labios y el arqueo que sacudió cada fibra del cuerpo del esclavo casi le hizo olvidar que había alguien con noticias de su hermano afuera esperando. Se guardó las intenciones de extenderle la tortura y juntó sus labios a aquellos que se mantenían cerrados, mientras que iba entrando poco a poco dentro de él.

Asmita no lo soportaba. El calor y sopor que fundía en su piel lo tenían ya fuera de sí, sumido a la peor de las humillaciones al ver que su cuerpo no respondía como quisiera. Pero allí estaba, sin importar si ese cascaron vacio de carne y huesos se entregara vilmente a las caricias expertas de ese rey, el odio seguía alimentándose al paso de cada beso, de cada dedo en su cuerpo, de cada palabra o gemido que él exhalaba. El odio tomaba forma… y la venganza era su única esperanza.

Abrió su boca buscando aire para sus pulmones, porque sentía  que ya el oxigeno de su nariz no le era suficiente y cuando sintió a aquel miembro dentro de él palpitando de nuevo en sus entrañas, una lengua penetró de la misma forma dentro de sus labios. Intentó morderlo y arrancarle así aunque sea algo de su piel, pero su intento infructuoso sólo excitó más al rey.

−Bello y peligroso mi Asmita−dijo colocando sus manos en las caderas del rubio, preparado para empezar el vaivén.

−Te… odio…−susurró cerrando sus puños, con su garganta inundada de jadeos apresados, ante el lento pase de ese pene dentro de su cuerpo, abriéndose espacio. Las silabas raspaban su carne interna al sólo mencionarla, como si el paso del sonido fueran cuchillas.

−Lo sé… y eso me excita más…−aceleró el paso y la espalda de Asmita se arqueó provocando que la intromisión fuera más profunda−¡ARGHH!… ¡Asmita!…hmmm tan… cerrado… ¡caliente! –embestidas más certeras y las sábanas eran jaladas por los puños cerrados del prisionero, mientras el rey elevaba más las caderas para hacer más empuje−.  ¡Por Ares!… Eres… ¡divino!… ¡AHHHH! Ha… ha…

Sus cuerpos estaban colapsados, la temperatura aumentaba y sus latidos sincronizados se desbocaban ante la marejada de sensaciones, estaban a punto de ceder. Asmita mordía sus labios efusivamente, enrojeciendo todo su cuello al callar la oleada de gemidos que querían lacerar su garganta. Cerraba sus parpados con fuerza, mientras el cuerpo le reclamaba liberar todo su placer en un sólo grito agónico. No podía soportarlo, ya estaba quedando sin fuerza ante las sensaciones que lo abrumaban, el más impuro placer carnal junto con el odio más penetrante. Era demasiado, demasiado ya para su mente nublada por los miles de rayos que recibían segundo a segundo con el paso de ese falo real sobre su punto de placer, demasiado para sus huesos, sus tuétanos, sus venas, su cuerpo completo… Y cuando ya, sabía que su cuerpo colapsaba y su pene, trabajado con la misma intensidad por las manos reales, estaba ya preparado para explotar; Asmita soltó dos lágrimas de impotencia y abrió sus labios, para decir lo que sentía en lo más intenso de su corazón.

−¡TEEEEEEE OOOOODIIIIIIIIIIIIOOOOOOOO!

______________Acto uno: El esposo

Por los pasillos del castillo de Askella, tercera ciudad amurallada de Rukbat, donde él vive. Se suponía que ese sería el hogar donde compartiría al lado de su consorte, compromiso que adquirió cuando sólo tenía 4 años de edad. Han pasado veintiún año de ello y de su memoria aún no puede olvidar la escena de cuando conoció a quien sería a su lado príncipe consorte real de Rukbat, un niño de su misma edad con hermosos cabellos dorados, dos zafiros brillantes por ojos y piel blanca como el nácar. El niño le sonrió tímidamente, mostrándole esa muralla de leche, mientras sostenía con uno de sus puñitos el manto de su hermano mayor. Él también hacía lo mismo con el suyo y por ello, le comprendía. Comprendía la dependencia que sentía hacía su hermano.

Aioria de Rukbat, ahora con veinticinco años, aún no había escogido consorte. Se había enamorado de ese niño en cuanto lo vio, y al ver a su lado al hermano mayor que parecía ser una versión de él con una decena de años más, le había hecho imaginar lo que sería una vida con un príncipe tan hermoso a su lado. Había pintado en su infantil edad varios dibujos de él y el príncipe de Auva juntos en el castillo, un enamoramiento de niños… creyó. Hasta que llegó ese día, que en la edad de ocho años supo lo ocurrido en el reino de Auva, en una conversación que escuchó de Aioros y su padre, Sisyphus.

///Hace 17 años///

−¡Pero padre! –oí gritar a mi hermano mayor, reclamando en su edad de dieciocho años por lo que él creía justo−. ¡Teníamos alianza con Auva e incluso, un compromiso entre mi hermano y el príncipe de Auva! ¿Por qué no interviniste en su destrucción?

Me helé. A pesar que tan sólo era un niño ya podía entender lo que estaba sucediendo. Algo le pasó al reino de mi prometido y pensarlo me provocó un terrible temor. ¿Le habrían hecho algo al niño de ojos celestes y sonrisa tierna?

−Aioros. Cuando supe de la invasión ya era demasiado tarde para enviar nuestras tropas. Los reyes murieron y de los príncipes, ellos al parecer fueron asesinados en su huida.

−¿Los mataron? –me acerqué, con ya mis ojos enrojecidos por las lágrimas que apresuradas marcaron mis mejillas. Mi padre se levantó con dolor, observándome con su rostro contraído de pesar y mi hermano sólo bajó la mirada cerrando sus puños− ¿Mataron al príncipe Shaka?

−Aioria…−musitó el rey, mi padre…

−¿Por qué? ¿Por qué lo mataron? ¡Iba a casarse conmigo! –empecé a sollozar, abrumado. En mi infantil edad no podía comprenderlo, pero me dolía, me dolía mucho.

−Por favor Aioria…−clamó mi padre, abrazándome para calmarme−. No te pongas así, pequeño. Piensa, piensa que están en el cielo… con su dios…

−¡No! ¡¡Yo lo quería!! ¡¡Yo quería a Shaka!! No es justo… ellos no peleaban…−no podía hablar mucho, el llanto me desbordaba.

−Padre… Aioria tiene razón. Es injusto. Auva no era pueblo de guerrero, ni tenía mayores riquezas. Alguien tiene que detener a Alhenas antes de que se fortifiquen y quieran arremeter contra nosotros.

−Aioros, la violencia jamás ha sido nuestro estandarte.

−¡Pero padre! ¡La justicia es nuestra mayor voz!

Mi padre cayó, abrumado ante la voz de mi hermano pidiendo justicia y la mía llorando la muerte de quien sería mi esposo. Y en mis infantes ocho años, por primera vez grabe con sangre el nombre de una nación para destinarle mi odio… odio por haberme quitado al pequeño ángel Shaka.

///Presente///

El joven príncipe recibió la visita de una mujer, de cabellos rojos como el fuego, mirada azul como los zafiros, pero jamás tan brillantes como recordaba los de su primer amor. Esa mujer era líder de una red de espionaje que vigilaban los movimientos de Alhenas, nación que él gobernaba tras Youma, luego de haberla conquistado hace cinco años, conquistado en nombre de Shaka.

−Su majestad. He venido para reportarle ciertos rumores de Alhenas−el castaño, con hermosos ojos esmeraldas, y ataviado por una túnica del mismo color de sus pupilas, más la corona de oro con piedras preciosas que se asentaba entre sus cabellos enroscado; da una señal para que la mujer continuara, mientras reposó su rostro en la mano derecha−. Se está escuchando que Asmita, consorte real de Alhenas y príncipe de Auva ha regresado para liberar al país de nuestro yugo.

−¿Asmita…?−preguntó el príncipe con desdén. Su rostro reflejaba total apatía a los hechos. La mujer asintió con su rostro en el suelo. Ella vestía una armadura de plata que cubría su esbelta figura, a pesar de ser una mujer−. ¡Es ridículo! Yo maté a Asmita, no hay forma que esté vivo.

−Lo sé mi señor… pero los rumores se expande y el pueblo ha empezado a agitarse un poco.

−Ignorantes… paseé el cuerpo de Asmita por toda la capital de Alhenas para que no quedará duda de ello… ¡pero supongo que unos barbaros como ellos no pueden entender que los muertos no vuelven!

−¿Qué haremos Señor?

−Aumenta a un 10% los impuestos y diles, que Asmita, su tan amado consorte, lo ha promovido.

La mujer asintió obedeciendo la orden y pidiendo permiso, se retiró del estrado. El príncipe Aioria se levantó de su trono, acercándose a la ventana que daba vista a la ciudad de Askella, la extensión de su territorio. Cinco años habían pasado desde que vengó la muerte de Shaka en manos de Asmita. Cinco largos años y aún el dolor insano seguía latiendo en sus venas. Shaka no merecía morir de esa forma tan infame, en una celda, como esclavo y en manos de su propio hermano que al final, terminaría vendiéndose como ramera a los reyes de Alhenas.

Había pensado en venganza, pero su sabor era tan agridulce como vacio… Nada podría devolverle a Shaka…

______________Acto dos: La Penitencia

Cuándo sentí que me seguía por el callejón, de inmediato opté por entrar a nuestro escondite y tenderle una emboscada. Pero lo que jamás llegué a pensar es que él sería uno de los príncipe de Alhenas fugitivos y que además, a mi me tocaría vigilarlo.

La noticia no me cayó nada bien pues vigilarlo significaba una cosa, servirle a un desgraciado hijo de la monarquía que tanto odiaba.

−¡Shaka! ¡No puedes hacerme esto! –le grité, molesto, realmente indignado con la decisión.

El líder de nuestra revolución, principal al mando y estandarte me miraba con desdén, sentado frente a la fogata en un pequeño tronco de madera, al lado de Delio, con sus piernas abiertas y tallando un pedazo de madera con sus manos y una navaja. Parecía que nada de lo que dijera cambiaría su opinión y ya reconocía la maldita cara de: “me importa una mierda lo que digas” que tenía dibujada en ese momento. Delio se sonreía de lado, muy divertido viendo mi reacción y Afrodita se mantuvo en silencio, viendo discretamente a Delio, suspirando de nuevo enamorado. ¡Vaya cuadro!

−¡No estoy aquí para cuidar a un maldito príncipe! ¡Sino para apoyarte!

−Dejaste que alguien desconocido entrara al escondite−sentenció Shaka, con esa mirada orgullosa y decidida que no me daba espacio a rebatir. ¡Maldita sea!

−¡¡Me seguía!! –argumenté en mi defensa y él sólo viró sus ojos con fastidio para luego volver a clavarme esos zafiros de forma imperativa, provocando que mi cuerpo se tensara.

−Y por eso lo llevaste a donde estaban tus compañeros. ¡Vaya forma de librarte, Mu! –levantó la voz, reclamándome sin pudor−. No puedo permitir que vuelvas a cometer semejante acción con alguien más. Tu deber era matarlo y lo sabes.

−Quiero hacer esto sin derramar tanta sangre…

−Entonces debiste quedarte con el viejo Sage−espetó él recriminándome con la mirada. Estoy seguro que estoy enrojecido de ira, el calor en mis mejillas y los músculos tensados de mi cuello me dan indicio para pensarlo−. Se acabó la discusión. Ahora ve a llevarle algo al príncipe.

Se levantó y me dio la espalda, en claro gesto de que no discutiría nada más y Delio le siguió, no sin antes destinarme un gesto de burla para exasperarme. Al final, quedamos Afrodita y yo, en medio de esa fogata, él en sus pensamientos y yo controlando la ira. Lo miré molestó, con ese rostro desilusionado y contraído de dolor por un amor no correspondido. ¿Cuándo terminará de entender que Delio jamás lo mirará?

−¡Deja esa cara de imbécil, Dita! –reclamé molesto, buscando pagar mi rabia con alguien y él estaba relativamente cerca.

−¡Cállate Mu! ¡Déjame en paz y ve a atender al principito! –respondió molestó, con sus aguamarinas brillantes de dolor.

−¡Das pena! ¡El maldito está loco por Shaka! ¡Ya son dos años en esto maldita sea!

−¡¡Lo sé!! –gritó y me dejó solo, tirando un poco de tierra a la fogata.

Me levanté para buscar algo de pan y leche y así fui hasta la carpa, donde el príncipe estaba recostado en la cama de madera y paja. Me miró de forma despectiva y yo hice lo mismo, destinándole una mueca de desprecio. No cruzamos palabras, ellas sobraban y para ambos la presencia del otro era incomoda. Al menos eso detecté en sus ojos esmeraldas.

Lo vi comer con ansías el pedazo de pan algo duro y la leche caliente, dirigiéndome de vez en vez una mirada indagadora. Yo sólo me senté a un lado de la entrada a la carpa, haciendo un movimiento circular con mis dedos, mientras mis codos se sostenían en mis rodillas abiertas. No podía alejar mis pensamientos de Afrodita y su amor no correspondido. Desde que conoció a Delio, apodado DeathMask, no hace más que suspirar al verlo cerca de Shaka. Yo entendía muy bien que a ellos los unía algo mucho más fuerte que un simple sentimiento. Lo supe al ver que en ambas miradas se podía apreciar el mismo fuego…

Odio…

______________Acto tres: La Clave

///Hace 20 años///

De nuevo atado de manos y pies, de nuevo totalmente a su merced. Resistirme no era una opción viable. Desde la última vez que intente hacerlo, desesperado porque mi maldito cuerpo reaccionaba demasiado bien a sus asquerosos besos y delictivas caricias, una bofetada me había marcado el rostro y entonces, me violó sin piedad, dejándome una semana sin poderme poner de pie.

Resistirme no era una opción y ya con dos meses siendo usado casi todas las noches como su juguete, había aprendido eso. ¿Qué me mantenía con vida? El odio… y la esperanza de una venganza. Y era eso en lo único que pensaba mientras volvía a ahogar mis gemidos ante el trato tortuoso y placentero que volvía a prodigarme. Disfrutaba haciéndolo… disfrutaba colocar mi cuerpo al límite donde la cordura se convierte en un enemigo. Lo disfrutaba y para mi humillación, para mi desgracia, yo le regalaba un hermoso espectáculo…

−Vamos Asmita… regálame tu voz−dijo con falsa súplica, pasando su lengua por mi oído mientras sus manos acariciaban cadenciosamente mis tetillas. Mi cuerpo ardía, sudado, abrumado por las sensaciones−. Quiero escucharte pedir más…−su lengua de nuevo recorrió mi cuello, bajando por mi pecho hasta alojarse en mi tetilla derecha. Un suspiro sobre ella y luego su lengua jugueteando, tocándola, de arriba abajo, izquierda a derecha, creándome corrientes inhumanas en mi ser que acallaba de nuevo. La otra mano se ocupaba de la izquierda, pellizcándola y jalándola para sumirme en horribles corrientes de placer y su otra mano bajó de nuevo hasta mi entrada, metiendo dos dedos ya humectados para seguir su labor, dando círculos, enloqueciéndome−. Hoy nadie nos interrumpirá… puedo pasarme toda la noche en esto… no creas que me cansa−me dijo cambiando la posición hacía mi otra tetilla, mientras que la mano que la incitaba pasó caminando hasta mi hombría, dibujando en su punta círculos que se expandían y contraían. Espasmos de placer me contorsionó por completo y casi dejaba salir un jadeo que logré apresar a tiempo−. Tus esfuerzos por callar me excitan más, Asmita−me dijo triunfante, pasando para morder mi mentón intentando seducirme.

Lo sentí alejarse y para mi maldita suerte, mi cuerpo resentía su lejanía. ¡Maldita sea la hora que este cascaron vacío se hizo hambriento de esos tratos! La humillación era demasiada y ya… ya no había cabida para tanto odio. El tiempo que tardó, el cual no sé si fueron segundos, minutos u horas, sentí que enloquecía con tantas sensaciones a flor de piel insatisfecha. Fruncí mi ceño, molesto conmigo mismo, cansado de este juego al que estaba condenado. Si tan sólo… si tan sólo encontrará algo con el cual hacerle daño… alguna manera, alguna forma…

La clave…

Eso necesitaba. La clave para destruirlo a él y su reino. La clave para sumirlo en la más profunda desesperación… Algo, lo que fuese, que me diera la entrada para empezar a preparar una venganza… Venganza… esa era la única forma que el odio que se gestaba en mí pudiera tener salida. Venganza, cruel y dura… lenta y tortuosa como la forma que me toma en esas noches que busca hacerme sufrir… Si tan sólo la tuviera…

No pude pensar más… los pensamientos se segregaron a todos lados cuando aquella boca tomó mi miembro y le destinó succiones rítmicas que me hizo temblar por completo. Fue tan sorpresivo que apenas me dio tiempo de chocar mis dientes para medio callar el jadeo. Mis manos estaban tensas cerradas en puños, con mis muñecas adoloridas por el grillete y su fricción. Sus labios de nuevo manipulaban mi hombría con lujuria, palpándola con su lengua y creando círculos, candentes, desquiciantes. Y cuándo sentí que estaba a punto de explotar, mordiendo mis labios y cerrando mis parpados con fuerza para no dar voz al placer embriagante que me nublaba la razón; él se detuvo y rió triunfante.

Caí aún con mi cuerpo en llamas. La sangre caliente me agolpaba por todas partes, y la presión de mi pene ya dolía, dolía demasiado… era pasión insatisfecha y no, no iba a pedirle que siguiera… sé que eso quería y no, no lo iba a hacer… por mucho que terminará ahogado por mi propio placer sin consumar.

−Si pudieras ver la expresión que tienes…−me siseó, de nuevo colocándose sobre mí, acariciando mi cabello sudado. Temblaba aún por todas las sensaciones, enojado conmigo mismo, cansado, harto de todo−. Sólo tienes que gemir y podrás liberarte, Asmita−me dijo rodeando de nuevo mi frente con sus labios−. Sólo pido tu voz…

Me negué con mi rostro, cerrando todo, labios, parpados, cejas, en un esfuerzo de cerrar todos mis sentidos de lo que él provocaba. La moví de lado a lado intentando despejar mi cuerpo del placer embullador y él… él sólo se rió divertido.

−Es sólo sexo Asmita…−me dijo de nuevo, sosteniendo mi mentón con una de sus manos, despejando un mechón de mi cabello para liberar mi oreja derecha−. Sólo tienes que disfrutarlo… te estoy tratando mucho mejor que a todos mis esclavos−sentía su miembro, grande, vibrante, grueso y caliente mecerse contra mi vientre, creando contracciones en mi entrada con sólo percatarme de su presencia. Era humillante… asquerosamente humillante−. ¿Sabes? A quién me gustaría tener aquí, de esta forma… no es a ti, príncipe de Auva−no pude evitar prestarle atención a esas palabras por el tono turbio con la que lo mencionaba. Por ello, casi ni sentí el momento que su miembro iba entrando a mi cuerpo, ya preparado, muy lentamente−. A quien quiero tener es a mi hermano…−abrí mis parpados, abrumado con la revelación. ¿Le gustaría tener sexo con su hermano? ¿Eso es lo que me estaba diciendo? −. Supongo que eso en tu país no es permitido, pero aquí, es algo normal. Pero mi hermano me rechaza… no me quiere de la misma forma−¿Qué se supone que estaba pasando? A pesar que un lento vaivén había empezado, las sensaciones estaban bloqueadas y podía sentir que las de él también−. Él ya está por venir… y tendré más tensión sexual, así que, tendré que usarte, ¿entiendes? –sentí que sus ojos se clavaron a los míos, muertos−. Sí él me aceptara, nada de esto estuviera pasando… si hay a alguien a quien culpar, es a él. No a mí…−¿Buscaba infundirme pena? Eso no importaba… había obtenido lo que buscaba… la clave…−. Así que, disfruta Asmita… esto es sexo, yo para liberarme de las ansias que tengo de violar a mi hermano y tú… esto será tú único respiro.

Empezó sus embestidas, rítmicas y certeras. Sentí que él alejó su cabeza de mí, concentrándose de seguro en las arremetidas y yo dejé caer mi cabeza hacia atrás, con mis parpados abiertos, mi mente poco a poco despertando a pesar que las sensaciones de mi cuerpo empezaban de nuevo a desbordarse. Me dio la clave… el maldito ya me dio la clave…

Venganza…

En eso pensaba cuando el punto de mi placer recibió la primera estocada y mi cuerpo se contorsionó en un espasmo que logré acallar. Él gemía, lo escuchaba gemir y pedir que yo hiciera lo mismo. Sonreí…

Locura…

−¡hmmmm!… ha… ha…¡Asmita! Ha… ha… ha… ¡Vamos!… ¡GIME PARA MÍ!

Me habías dado la clave maldito… ahora, nada importaba…

−¡AHHHHH! –jadeé casi sin aire, dejándome llevar−. Ha… ha… ¡AHH!… ¡HA!… ha… hmmm… ha…

−¡SIIIII!… ha… ha… ¡GIME!… hmmm…ha…ha… ¡ASMITA!

Tu hermano… tu punto débil… tu debilidad es tu hermano… Tu hermano… Sonreía mientras me penetraba, gemía con abandonó, celebrando, el hecho de que había encontrado la forma de vengarme…

Insano Odio…

−¡ARGH! –gimió en cuanto acompasé mis caderas a su movimiento−. ¡POR ARES!… ha… ha… ¡Asmita!…hmmm

−¡AHHHH! –mi placer me estaba enloqueciendo… el odio se incrementaba y lo disfrutaba. ¡MALDITA SEA YA TENGO LA LLAVE A MI VENGANZA! –hmmm… ha… ha… HA… ¡AHHH!…

El movimiento se aceleró, sus brazos se aferraron a mi espalda buscando entrar más y mi espalda se curveó para darle el espacio. Dos animales devorándose… esa fue la imagen que me vino en mente mientras percibía a mi cuerpo preparándose para la descarga. Sonreía y no podía evitarlo… ya estaba planeando todo… en medio del orgasmo lo planeaba…

Seduciré a tu hermano… te seduciré a ti… me haré la manzana de la discordia para ustedes…

La corriente pasaba de mi cerebro, viajando por mi espina dorsal. El movimiento de la cadera se aceleró aún más, friccionando mi miembro con sus manos, lamiendo mi cuello con locura y yo… yo gemía y planeaba su destrucción.

− ¡DIOSES!… ha… ha… Voy… a… ¡TERMINAR!… ¡¡¡ARDE!!!

−ha… ha… ¡AHHH! –tomé aire, ya lo sentía, la corriente pasaba por mis caderas−… ha… hmmm… ah… ¡HAAA!−

−¡Eres… delicioso…!… ha… ha… la mejor… ¡RAMERA!

Lo seduciré… y te seduciré a ti, rey Aspros… conocerás los que en Auva llamamos como el arte de seducir… Caerán… ante mí, un esclavo de guerra… ¡CAERAN!

El odio… sólo el odio… nada más que el odio me consumía y me levantaba… me sofocaba y me alentaba… me perseguía y sostenía, protegía y lastimaba… sólo el mísero, cruel y crudo odio.

Me quitaste a mi familia, mi vista, mi hermano, mi cordura, mi libertad, mi pueblo…

−¡Kyyaaaaaaaaaaa! –grité al liberar mi orgasmo contrayendo mi pelvis, arqueando mi espalda y con mi cabeza suspendida en el espacio.

−¡DEEEFTEEEROOOS! –gritó él, el nombre de a quien en verdad le gustaría poseer. El nombre de quien ama… el nombre de quien seduciré…

¡Yo te quitaré a tu hermano!

La sentencia estaba declarada… comenzará nuestra guerra en la cama…

______________Acto cuatro: El hermano

///Hace 20 años///

−¡Príncipe Defteros!

Escuché la voz del uno de los médicos reales que estaban a nuestra disposición. Lo observé con desprecio, viendo su túnica aguamarina sujeta por un listón plateado y con un pantalón debajo del mismo color. Su cabello verde colgaba de una cola y me realizaba el acostumbrado saludo real. Apenas he llegado después de tomar al reino de Auva y tengo varió de mis soldados malheridos. Y como para mí, primero son mi gente, había ido a buscar ayuda médica para que los fuera atendiendo, conforme la servidumbre ya preparaba comida y cama para cada uno de ellos.

−¿Eres nuevo? –pregunté de forma inquisitoria observándolo fijamente. Él se mantuvo en su posición de reverencia, sin inmutarse.

−Disculpe su majestad, soy Degel de la familia Acuarius. Llegué hace 4 meses.

−Entiendo, ve y atiende a mis soldados.

Ordené sin darle más vueltas al asunto. El joven asintió y aviso a su compañero, un joven de cabellos plateado, con un extraño corte de flequillo y que vestía con la misma tenía pero de color celeste. Los dejé atrás, tenía que ir a ver a mi hermano.

Tenía la corona del rey de Auva en mis manos y era hora e presentársela como muestra de mi victoria en otro reino. Era lo único que podía entregarle, porque lo que él pedía de mí, jamás se lo daría. Por ello, me replegué a los campos de guerras, conquistando reinos en su nombre. Mientras más lejos estemos, por mucho que me doliera, era mejor para ambos.

Todavía tenía inquietud sobre el destino de los príncipes del rey de aquel reino. Nunca los encontramos y no sabía si estaban muertos. Según tenía entendido, el heredero era excelente combatiendo, me sentía desilusionado al no poderlo matar yo mismo, midiendo mis habilidades con las suyas. ¿Por qué no habrá salido a la guerra? Ya no importaba… nada podrían hacer para recuperar su reino, aún si estuviera vivo.

En ese momento, escuché que me habían anunciado y entré, con paso firme, la mirada fija en mi hermano, vestido con un traje enterizo de terciopelo y piedras preciosas, mangas abombadas sujeta en codo y muñeca, pantalón que cubría hasta los tobillos, una capa roja que se escurría por el trono de oro y la corona de Alhenas reposaba en su cabeza. Ni siquiera me detuve a ver a quien estaba a su lado sentado. Debía ser otro esclavo real.

−He llegado, hermano−dije reclinándome ante él, aún con mi armadura cubierta de sangre, tierra y cenizas.

−Es un gusto verte de nuevo, Defteros. Y veo, que has venido con un obsequió para tu querido hermano−le escuche decir, con tono alegre. Resoplé un poco de aire, algo cansado por el viaje−. ¿Podrías contarme cómo fue la conquista de Auva?

−Rápida y sin contratiempos−anuncié sonriéndome−. Tomamos todas las ciudades. La familia real había huido pero logramos encontrar a los reyes en la ciudad de Zavihaj. Para cuando llegué, ya el rey había matado a su esposa. Yo me encargué de decapitar al rey−relaté, con suma naturalidad. Sentía que alguien me observaba con ira, supongo que es el esclavo escandalizado−. Aquí tengo su corona.

−Bien bien… ¡Te felicito! Levántate hermano, basta de protocolos.

Hice lo propio, obedeciéndole y poniéndome sobre mis pies, posando esta vez mi mirada al esclavo, guiado por la sensación que había sentido. Me congelé…

¡Imposible!

−Asmita−le llamó y él, sentado a su lado en el cojín vino tinto, volteó hacía su voz−. Ve y trae lo que mi hermano ha traído para regalarme.

Temblé. Mis ojos no podían por la impresión y me sentí presa de un sentimiento que me hizo sentir el más vil de los terrestres. Se supone que debía estar muerto… se supone que no debió escuchar lo que acababa de decir… ¡MALDITA SEA! ¿Cómo llegó él aquí? Mi mente no podía dejar de hacer conjeturas cuando al verlo levantarse, con sus puños cerrados, vestido sólo con un pantalón de seda y satén vino tinto, con sus cabellos recogidos con piedras preciosas, sus hombros cargando un mantón vino tinto tejido que rodeaba su cuello, y caía como una leve cortina sobre su pecho, dejando sólo ver la gargantilla de esclavitud real. Sus brazos con brazaletes, sus pies descalzos, me envió una expresión recriminatoria que me hizo sentir desarmado.

Obedeciendo la voz de mi hermano, el rubio caminó, de forma elegante, como lo haría alguien de su cuna, hasta llegar frente a mí y extenderme sus manos ataviadas con anillos de oro. Con temblor deposité la corona del Rey de Auva… su padre, en sus manos… Me vi preso de un sentimiento que jamás había sentido en mi vida.

Culpa…

Lo vi tomar la corona con un ligero temblor casi imperceptible en sus manos. Frunció su ceño, mordiendo sus labios, recorriendo con sus dedos los tallados y figuras esculpidas en el oro, subiendo por cada una de sus líneas y palpando cada piedra preciosa. Luego de su inspección, la sujetó con fuerza, respirando ahogado. Me dio la espalda entonces, dispuesto a ir hacía donde estaba mi hermano sentado, quien con sus piernas sentadas y con el del rostro recargado en su mano derecha, disfrutaba visiblemente de los gestos del rubio. Yo estaba espantado… asaltado por deseos de penitencia…

−Asmita… póntela−el rubio se detuvo y yo me tensé en el momento, ante el cruel pedido. Lo vi temblar y yo… yo estaba destrozado ante la vergüenza−. ¡Obedece!

Lo vi esperar unos segundos más, antes de empecer a ascender el objeto de oro en sus manos, hasta colocarlo a la altura de su cabeza. Sus manos temblaban, ya no ligeramente, podía verlas temblar y eso me tenía lacerado por dentro… Era el príncipe… el príncipe de ese reino… el príncipe de ese reino como esclavo real de mi hermano… Pensarlo me sumía a la desesperación… Yo mataba a todos los miembros de la realeza para que no sufrieran la esclavitud. Los mataba con honor, primero permitiéndoles defenderse… era lo único que podía hacer por ellos. Pero allí estaba ese príncipe que escapó de mis manos, colocándose la corona con dificultad, temblando ella entre sus dedos, hasta que por fin, la puso sobre su cabello arreglado. Mi hermano entonces estalló con una carcajada inhumana, mientras yo seguía callado, ahora frunciendo mi ceño en gesto de profunda ira y él, él seguía temblando de visible impotencia.

−¡Debo admitir que te quedaba muy bien! –comentó divertido. Esa forma de ser de mi hermano me asquea−. Ven aquí, hoy lo haremos con esa corona en tu cabeza…

Cerré mis ojos, conteniendo mi puño… No podía soportarlo…no podía soportar estar en el castillo con ese hombre allí, recordándome una y otra vez las muertes que he producido para conquistar otras tierras. Lo decidí, saqué mi espada de su protección y le apunté. Mi hermano se levantó con furia y el rubio sólo volteó para dejarme ver una lágrima que había resbalado por su mejilla y una expresión iracunda…

Odio…

Detecté en él el más puro y profundo odio. Con ello estaba más decidido a matarlo en ese momento.

−¡Ni te atrevas, Defteros! –gritó mi hermano, con una molestia que nunca había visto que me dirigiera.

−¡No sé cómo llegó aquí! ¡Pero yo no dejo a nadie de la familia real vivo! –exclamé en el mismo tono, dispuesto a terminar con su maldita existencia. Mi hermano me observó con ira, saliendo del trono y tomándolo por su brazo, de forma posesiva.

−¡No lo harás! ¡Es mío! ¡Si se te escapó no es mi problema! ¡Es mi esclavo!

Lo miré, pasmado. Jamás había visto a mi hermano peleando por la vida de un esclavo, jamás le había importado. No tenía sentido… nada tenía sentido…

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¿Culpa? ¿Acaso en ti he visto culpa? Hasta hace pocos minutos hablabas con desgraciada facilidad la forma en que tomaste mis tierras y ahora, cuándo voy a tomar la corona de mi padre en tus manos, ¿me miras con culpa?

Parece que eres mucho más sencillo de seducir que tu hermano. Con él me ha costado noches de cama y sexo desenfrenado para tenerlo atado a mí, pero tú… tú pareces que eres capaz de entregarme hasta tu corazón. Tú que mataste a mi padre, me robaste todo para entregárselo a él… sólo porque no puedes corresponderle… ¡PATETICO!

Y ahora, ahora que tengo la corona de mi padre entre mis manos, reconociéndola con mis dedos… juro… juro ante ella que no descansaré… no me detendré hasta destruirlos a ambos… a él con el sexo, a ti seduciéndote hasta amarme… los haré pelear por mí, los haré matarse el uno al otro… ¡¡¡sufrirán el dolor de matar a su hermano con sus propias manos!!!

Y mientras estoy cumpliendo la orden de tu hermano el rey, diciéndome a mí mismo una y otra vez que la venganza llegaría y con creces; siento tu mirada desaprobatoria por el gesto y me mofo de ti. ¡Caerás mucho antes de lo que pensé! Y justo ahora, cuando escuchó el sonido de tu espada desenvainada y la voz de tu hermano deteniéndote. Mientras era testigo de su discusión por mi vida, reprimí dentro de mí la risa que quiero soltar al ver el escenario que se convertiría en su realidad. Sólo dejé que mi rostro reflejara todo lo que siento justo en este momento. El odio que tú y tu hermano han creado en mí…

El odio que los destruirá…

El odio que me consume…

3 comentarios en “Lienzo de Guerra (Cap 03)”

  1. :O q bn asmita ojala q los haga sufrir muchoooo….dios q buen cap si q vale la pena esperar ^^…nose si defteros se lo meresca tanto como aspros, pero bueno en fin ambos tienen la culpaaa quiero ver esa venganzaaaa ¬¬ o mas bn leer :D.

    repondiendo a tu comentario anterior si me parece q el blog nos ve las cara y ahi elige las caritas q nos va a poner en nuestro comentario XD ESTE BLOG APARTE DE SER LO MAS ES ADIVINO 0.o….^^ y bue no te hablaere si te veo x mns espero el cap numero 4 de este fic el 70 del cruce q cada vez esta mejor y el de color verdadero q quiero ver q hara yaouma 😀
    me despido y nos leemos

  2. O.o Asmita me da miedo aqui!! u_u pobrecito…el odio, la locura…no debio ser facil para el!!

    Esto se pone cada vez mas interesante ANgui, me has atrapado con esta historia. Todo, absolutamente todo me hechiza!!

    Ya apareció Defteros…y ahora Asmita ha descubierto la clave…poco a poco se va revelando el pasado. Aioria es una ternura ^^ dioses!! era su primer amor!! y cuando lo vea…cuando se entere q shaka no murio…luchara por el??? Dioses eso lo tngo q ver!!!

    Me intriga…ASpros, ASmita, DEfteros…que pasará con ellos!!!!

    Sigo esperando el encuentro ShakaxSaga *0*

    Super!!!! Nos seguimos leyendo!!

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