Ya no hay tiempo…

Temas: Yaoi, Romance, Angst
Personajes: Defteros, Asmita
Resumen: Defteros recibe una visita inesperada pero al mismo tiempo añorada en la isla Kanon.
Dedicatoria: A Karin, Athena_Arianna, Akito-virgus, Kimee, Lola, Sahasrara y todos los miembros del club Santísimo Pecado Geminis x Virgo
Comentarios adicionales: Basado en el Universo Canon de LC  ^^. Capitulo 100 del manga, las últimas 4 páginas ^^

Ya no hay tiempo…

El volcán había obedecido esa voz que brotó desde su alma. El volcán, no… la isla entera se sometió a los designios de ese cosmos que se elevó más allá del séptimo sentido.

No me sorprende…

Ese pensamiento atravesó la mente del demonio cuando en su búsqueda había ido a socorrer al joven santo de bronce que había superado la prueba, su prueba… esa prueba auto impuesta que había desarrollado durante esos años desde su orfandad, su soledad.

No podía ser de otra forma…

Y es que ese joven no terminó siendo parte de sus víctimas sólo… sólo por el olor de esa sangre que le sintió en su armadura. Sólo, sólo por el candor de ese cosmos aliado que le habló directo al alma. La prueba que él le había impuesto no era nada a la que debió pasar con aquel, por lo cual, estaba seguro, que al final vencería…

Ahora frente las costas de la isla Kanon, el demonio meditaba en muchas cosas a la vez. El cuerpo del muchacho yacía inconsciente a su lado, y la caja de pandora de bronce estaba a su lado. Miraba la nada, la eterna nada de un cielo estrellado por hermosas luces de galaxias lejanas, por una luna y el Lost Canvas que como cáncer le iba robando poco a poco su belleza para dejar ahora una ficticia y con hedor a muerte.

—Pegaso. Parece que la aldea está a salvo.

El viento mecía sus largos cabellos, el aroma a mar llegaba a sus pulmones. La brisa nocturna acariciaba sus músculos cincelados y de alguna forma refrescaba el sudor que se había convertido en su compañero de andanzas durante ese tiempo de ermitaño. Sentía como caricias que brotaban por su cuello y bajaban por su espalda a cada una de esas heladas corrientes de aire, y de alguna forma, terminó deseando que esas fueran, realmente, caricias… sus caricias…

“Asmita…”

Durante esos tres días había estado con aquella caja de pandora entre sus manos, olfateándola, rodeándola, incluso venerándola. Recordaba aquellos cuentos que solía su hermano decirle de las lejanas tierras, incluso Asmita le había comentado alguna vez de ellos, de una lámpara mágica que al ser frotaba revelaba el espíritu de un dios.

Y quiso creer… que podría ocurrir…

En un acto desesperado se encontró frotando esa caja varías veces esperando que el poseedor de ese cosmos de nuevo se materializara, se mostrará ante él.

Tres deseos… iluso quizás…

Jamás la armadura de Géminis por mucho que la frotase le devolvió el rostro de su hermano… mucho menos esa pandora de bronce podría devolverle la imagen de Asmita.

Ahora justo en ese momento que la brisa parecía delinear el contorno de su rostro, un pálpito en su pecho lo anunció… lo evocó… lo llamó…

Y respondió…

—Pero… han llegado varios visitantes últimamente…—el cosmos que se materializaba, dorado infinito… hebras de oro que danzaban al ritmo de las olas del océano que los rodeaba… —. Incluso los muertos han venido a deambular por aquí—el cuerpo del santo que tomaba forma en medio de la nada, siendo uno con el universo—. Asmita…—una oración… quizás un mantra…

Un escalofrió gobernó cada fibra de su cuerpo al sentir al lado esa calurosa presencia, tan cálida, tan divina, tan entrañable. Deseó por instantes que esos dedos largos de cosmos dorados de nueva cuenta delinearan sus labios, le permitieran saborear las partículas ardientes del cosmos y el infinito, fundirse en un beso ficticio que le supiera a miel… soñar, un segundo más…

Más sin embargo la esencia dorada se mantuvo inflexible sobre la pandora, con su rostro mirando hacia lo inmortal, tal como él… que prefería no voltear sus ojos para encontrarse que era otra de esas ensoñaciones que le hacía creer que no estaba solo… que no había muerto aquel…

No quería mirar…

—Es una hermosa noche de luna, ¿no lo crees, Defteros?

Le escuchó, esa dulce voz, esa melodía de dioses que confirmaba su divina compañía, la verdad de que si estaba a su lado. El retumbar de su corazón lo sintió en cada rincón de su enorme cuerpo y el calor del volcán se le hizo soportable en comparación al que nacía de su pecho, con sólo oír, percibir, esa dulce voz entrando a sus oídos… saludándolo…

—No esperaba que estuvieras aquí por la sangre brindada a la armadura de Pegaso.

¿No esperarlo? Mentía… y sabía que Asmita estaba consciente de ello…

—Qué tipo de suposición es esa…—no necesitaba verlo para detectar el aire de complicidad con la que le interpeló sus palabras.

¿Qué debía tomar de ello? ¿Acaso atestiguó las veces que durante esas tres noches rozaba esa armadura con la esperanza de verle? ¿Se burló de él y de su añoranza? Lo conocía, tan bien, como para responderse a sí mismo que quizás eso sucedió. Y lo más irrisorio de todo es que no podía mostrarse molesto…

—¿Qué me dices sobre ti?, no es propio de ti haber tomado a otra persona como tu aprendiz.  Sin embargo, gracias a eso, él pudo aproximarse al séptimo sentido en un instante.

Esas palabras… dulces de su voz… y llenas de tanto… tanto… ¿Acaso no sabía que la única razón por la que aceptó a ese muchacho fue por la sangre derramada en su armadura? Por el cosmos que como padrino le dijo: ¿es mi escogido? ¿A él le perdoné la vida? ¿A él le di mi sangre?

Él me vio morir…

Admitió entonces en ese momento que mayor fue la curiosidad de saber que vio Asmita en ese joven para darle su valiosa sangre, que el hecho de que simplemente la sangre estuviera allí y viniera del santuario.

Entonces, ¿Asmita le daba gracia por haber colaborado en el crecimiento del muchacho? ¿Le echaba en cara el saber que si lo tomó como aprendiz fue precisamente por él? ¿O eran ambas? Era difícil, como siempre lo fue, como ya estaba acostumbrado, entrever las verdaderas intenciones de su compañero tras sus palabras.

Le hacía sentir aún más nostalgia…

Al encontrarse como en el santuario, como en el tiempo que en vida le visitaba en el volcán de forma incorpórea; haciéndose las mismas preguntas tratando de entender las motivaciones del divino hombre más cercano a los dioses…

—Jeh.

Si, extrañaba esa sensación… Y por ello, una sonrisa se dibujó, mofándose de sí mismo que como siempre caía en las redes de su telaraña mental, le hacía sentir que estaba frente al hombre que se entregaba y al dios que lo estudia. Si… de nuevo presa del maleficio erótico y tan anhelado de ser desconcertado, seducido e intrigado por sus palabras.

—Pero resultó una buena forma de matar el tiempo—replicó para su favor, no queriendo de alguna forma hacerle ver que fue por él… y que quiso terminar lo que él comenzó…

—Jeje…—y por esa breve risilla comprendió, que Asmita estaba al tanto de todo… absolutamente todo…

De nuevo era transparente para él…

Siempre lo fue…

—Probablemente sientes envidia de él por manifestar su poder para las personas.

Esa expresión, no la esperó.

Volteó para verlo fijamente, contemplar la noble sonrisa con la cual le hablaba y le hacía ver, de nuevo, sus más íntimos deseos, miedos, pensamientos. De nuevo como un libro lo veía, como ocurrió aquella vez frente al patriarca… como siempre… La paz que Asmita le reflejaba con su rostro, con su cosmos, era imposible de evadir. Más ese latido incierto en su pecho le decían que ya no había tiempo para más…

Asmita no estaba allí como tantas otras veces para susurrarle al odio sus deseos, hablarle de cuanto lo amaba…

No estaba allí para llenarlo de caricias y besarlo a través del cosmos hasta el alma…

—Yo ya estoy muerto, pertenezco a este mundo por alcanzar la iluminación del Octavo Sentido—“ya no estoy aquí Defteros”—. Pero, ¿acaso no eres el hombre que posee el poder de aplastar las estrellas de la galaxia?—“y ya no tienes que penar más culpa”—. No te encierres en una simple isla—“se Géminis…”

Ya no era el amante… ya no el compañero de pasiones…

Ya no el acompañante de noches y el consuelo de días…

Ya no hombres… ya no vivos…

Sólo santos…

—Pelea también en mi lugar…—“protege lo que protegí, lo que protegemos todos”—. Te lo digo a ti, como la persona fuerte que eres y como un viejo amigo—“tú, el único que me entendiste…”

Desapareció… el cosmos dorado se esparció como fragancia que luego fue llevada y mecida por el viento a cualquier parte del universo.

Sus ojos permanecieron clavados en el lugar, llenos de tristeza, de nostalgia, de memorias que quisiera revivir, una vez más, tan sólo una vez más…

Ya no hay tiempo…

Le había quedado claro el mensaje… ya no había tiempo de seguir extrañando, de seguir añorando, deseando que el pasado regresara para poder estar con las únicas dos personas que amó.

¿Pero qué podía hacer él, un eterno amante? ¿Cómo evitar buscar entre sus memorias los momentos que quisiera recuperar? Las caricias, los besos, los abrazos, las palabras…

De la misma forma en que no había podido dejar de lado el recuerdo de su hermano, tampoco podía hacerlo con él… ¿Qué esperaba? ¿Qué simplemente olvidará que una vez amó?

—¿Incluso te muestras para predicarme…?—un reclamo, leve, sombrío… dolido…

Miró de nueva cuenta la caja de pandora y el muchacho a su lado, totalmente ausente e ignorante del encuentro que había ocurrido, de la visita de Virgo.

Lo miró, como si fuera poseedor de un tesoro que él quisiera tener, hacer suyo… más no podía tomar.

—Pegaso, esa armadura es sumamente importante—susurró al aire, a la tierra, al mar, la brisa… quien lo oyera…—. Porque la pelea pronto llegará allí…

Y como animal herido desapareció, internándose de nuevos en las cuevas calurosas del volcán que había sido su hogar durante tanto tiempo. De nueva cuenta recordando, añorando, deseando cosas que ya no podría tener entre sus manos…

Dejó que la lava circunscribiera su cuerpo, le regalará el calor que jamás volvería a sentir de aquel ajeno, pensando en tantas cosas… añorando…

Si… la pelea pronto llegaría a ese lugar…

Sí… a él también le tocaría ir a pelear…

Pero mientras tanto, el demonio sólo quería dormir y soñar con los brazos de su dios inmaculado…

2 comentarios en “Ya no hay tiempo…”

  1. Ya no hay tiempo…

    Le había quedado claro el mensaje… ya no había tiempo de seguir extrañando, de seguir añorando, deseando que el pasado regresara para poder estar con las únicas dos personas que amó.

    Qué frase… muchas veces en efecto, nos negamos a dejar atrás el pasado, sí, nos la pasamos añorando el viejo amor, la infancia y juventud sin preocupaciones, muchas cosas, sobre todo si actualmente como Defteros, estamos en pie de guerra en nuestra vida cotidiana…

    Pero también está bueno el jalón de orejas, que Asmita da para seguir en la pelea…

    Magnífico Canon… aunque no postee seguido como yo quisiera, te sigo leyendo en todas tus modalidades. Un abrazo

    Pd. También me encantó Ardiente Nevada…

    1. Gracias por tus palabras ^^ Este fic nació luego de rever esa escena del volcán. Defteros herido y aún escondiéndose de su dolor recibiendo de Asmita unas palabras para seguir. Los ama, amo a su hermano, amo a Asmita pero ya es hora de dejarlo de lado y tomar su destino ^^

      Es lindo leerte, muchas gracias ^^

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